¿A quién va dirigido?

Este taller está dirigido a los más pequeños de la casa, niños hasta 3 años acompañados de un adulto. En esta etapa mágica, los más pequeños descubren el mundo a través de sus sentidos: tocan, huelen, miran, prueban y escuchan con curiosidad infinita. Este taller está pensado para potenciar esa exploración natural en un entorno seguro, respetuoso y estimulante.

¿Qué aprenderás en este taller?

Prepararemos bandejas y alfombras sensoriales con diferentes texturas, colores, aromas y formas para que los peques exploren libremente.
Jugaremos con materiales naturales, agua, arena, semillas, telas suaves, arcilla blanda, entre otros.
Fomentaremos la curiosidad, la coordinación motora, la atención y el juego libre.
Disfrutaremos de cortinas musicales
Los peques podrán crear su primer collage usando pegamento vegetal
Crearemos un espacio donde madres, padres o cuidadores puedan compartir este momento de descubrimiento y conexión con sus hijos/as o nietos/as

Este tipo de juegos tienen múltiples beneficios para los más pequeños:

Estimulación sensorial adecuada a su edad, favoreciendo el desarrollo de los sentidos y del cerebro en crecimiento.
Refuerzo del vínculo afectivo con el adulto acompañante, creando momentos compartidos de calidad, ternura y conexión.
Desarrollo de la motricidad fina, la curiosidad y la exploración segura, a través de materiales adaptados que despiertan su interés.
Disfrutar de un espacio creativo y lúdico en compañía de otros bebés y familias, favoreciendo las primeras interacciones sociales en un entorno cuidado.
Fomentar la autonomía y la confianza, permitiendo que exploren por sí mismos con la seguridad de un entorno preparado y acompañado.

Beneficios de la estimulación sensorial en la primera infancia

En los primeros años de vida, el mundo se descubre a través de los sentidos. La vista, el oído, el olfato, el tacto y el gusto son las puertas por donde el bebé comienza a comprender lo que le rodea. Las actividades de estimulación sensorial no solo ofrecen experiencias divertidas y llenas de curiosidad, sino que alimentan de forma profunda y respetuosa el desarrollo integral del niño o la niña.

Cuando un bebé toca diferentes texturas, escucha sonidos suaves o explora materiales naturales, no está «solo jugando»: está construyendo su percepción del mundo, fortaleciendo conexiones neuronales y desarrollando habilidades fundamentales como la atención, la coordinación, el lenguaje y la autorregulación emocional.

Pero esto no significa llenar su día de estímulos ni ofrecer actividades sin parar. Al contrario, el verdadero beneficio surge cuando el entorno está cuidadosamente preparado, sin excesos ni prisas, permitiendo la exploración libre, sin juicio, a su ritmo. Menos es más: una bandeja sensorial sencilla, una tela suave, el sonido de unas campanas… pueden ser suficientes para abrir un universo.

En estos espacios, los bebés no solo descubren objetos, sino también vínculos. El adulto que acompaña —ya sea madre, padre o cuidador— no necesita dirigir ni corregir, sino simplemente estar: mirar, sostener, compartir el asombro. Así se cultiva el apego seguro, la conexión y la confianza.

Por eso, más que «estimular», se trata de acompañar con presencia, intención y respeto. Las actividades sensoriales que propongo no buscan adelantar aprendizajes ni llenar tiempos vacíos. Son una invitación a estar presentes en cuerpo y alma, a crear momentos significativos, a mirar con ojos nuevos lo que para ellos es un descubrimiento mágico.